Entrevista con Julia Galemire.


Primera parte

Diálogo con el escritor Guillermo Lopetegui: pasión y oficio
por Julia Galemire

- Escribir narrativa: ¿pasión u oficio?

- La pasión es uno de los grandes patrimonios del Amor y del Arte, y en cualquiera de estos terrenos obra como un motor importante a la hora de echar a andar el encuentro entre dos amantes –que es una forma de la creación- y el encuentro del escritor con ese texto en ciernes... que no deja de ser una forma de incipiente relación amorosa. Pero también en ambos casos la pasión tiene su período de duración, su clímax, y después se va diluyendo, muchas veces para dar paso a una forma del amor más profundo, maduro y se diría que hasta lúcido.
Lo mismo ocurre con la pasión creadora cuando –pasado el clímax de la creación inicial, del “borrador” –cede paso a ese oficio tan necesario a la hora de consolidar las diferentes junturas, limar las artistas, pulir las bases y, en fin, dar los retoques que el creador considera definitivos en ese edificio que es su obra. Y aquí sí lo que priva es el oficio, la lucidez, el intelecto por encima de la pasión, a los efectos de que posteriormente esa creación despierte todo tipo de pasiones, aventuras, contradicciones, escaramuzas y, por lo tanto que pueda llegar a sacudir al lector y lo lleve a iniciar su particular viaje hacia lo profundo de sí mismo, metido en el vehículo del texto que a su vez lo lleva a sus propias regiones, en una simbiosis casi mágica e intransferible. Pero para lograr esto es preciso que antes el creador sepa repartir su energía entre lo que al principio es la pasión inicial y posteriormente el oficio consolidador que posibilitan un nuevo cuento, una nueva novela, un nuevo texto, un nuevo libro. Al respecto, refiriéndose a la creación sinfónica del compositor austriaco Gustav Mahler, el también compositor y director de orquesta francés Pierre Boulez expresa contundente: “La más amplia de las libertades exige la más férrea de las disciplinas.

- ¿Cómo comenzó su trayectoria literaria? ¿Qué cosas le motivaron a escribir?

- En 1983 di una charla sobre la experiencia vital y la experiencia literaria, que para mí suponen aquellas armas con que cuenta el escritor para abrirse camino en el terreno de la creación. Dieciocho años después sigo opinando que alguien un buen día se convierte en escritor, cuando al principio por intuición –al menos este fue y en parte sigue siendo mi caso- va ensamblando diferentes partes que corresponden unas a su experiencia vital y otras a su experiencia literaria. Las primeras son aquellas que nos vinculan con lo cósmico, con la vida misma, con lo que vamos “leyendo”, “escuchando”, “observando” de esa creación cotidiana a la que celebramos –en el gozo o el sufrimiento-; las segundas se corresponden directamente con aquellos escritores, con aquellos libros que escribían “otros” cuya lectura tarde o temprano hizo saltar resortes creativos en lo profundo de nosotros mismo, en principio –y por lo general ocurre así o al menos me ocurrió a mí (y sé que en esta situación estuvimos varios)- porque tal o cual tema, cuando no tal o cual aspecto biográfico del escritor al que estábamos leyendo y del que empezábamos a ahondar en determinados aspectos de su vida, se “vinculaba” mucho con lo que nosotros estábamos atravesando en esos momentos. Indudablemente había una gran cuota romántica –y muy loable- en esa relación “cuasi empática” que se establecía entre el libro y nosotros; pero esa cuota romántica traía consigo la necesaria dosis de pasión; de esa pasión que en un momento determinado nos impulsa a llevar adelante una suerte de intento de dejar de ser lectores para convertirnos, entre tímidos y apasionados, en incipientes 3escritores.
Así comenzó mi quehacer literario; al principio pergeñando una serie de poemas que en aquel entonces –más precisamente a los 17 años- una siempre recordada, queridísima por mí y más que sabia Dora Isella Russell, cariñosamente se encargó de “pulverizar” con sus más que atinadas observaciones, cuando siendo todavía adolescente tuve el inmerecido honor de que se me permitiera participar de las reuniones de aquel ilustrísimo grupo de personalidades que, entre otros, integraban el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, la viuda del pintor Walter Laroche, el compositor Pintín Castellanos, el poeta Emilio Carlos Tacconi, el escritor Leonardo Tusso y, en fin, una parte importante de aquélla pléyade de nombres real y profundamente trascendentes que con sus obras hicieron un aporte más que importante a la forma y el fondo de la cultura en general y del arte uruguayo en particular, aporte este que hoy prosiguen efectivizando las nuevas generaciones, si bien en un país que cambió bastante desde aquellos años en que tuve la posibilidad de acercarme al grupo mencionado que lideraba la legendaria directora del entonces recordado suplemento sepia del desaparecido diario “El Día”: órgano de prensa este donde también puedo asegurar que me formé y consolidé como periodista a lo largo de ocho nutridos y variados años.

Segunda parte

- ¿A partir de qué escribís? ¿De la realidad tal cual es o vinculando la realidad posiblemente a experiencias como las del sueño? ¿Agregás elementos autobiográficos en tus narraciones?

- Son varias preguntas, si bien apuntan a un mismo tema: cómo nace y se desarrolla la obra. Sin embargo se trata de una respuesta que en mi caso ha ido variando a lo largo del tiempo. No digo con esto que “los primeros tiempos” de esa respuesta hoy no sean válidos, sino que a través de los años se han ido agregando elementos que tal vez vayan ampliando un poco más los alcances del concepto que encierre dicha respuesta.
En principio diría que escribo a partir de un “estadio” interior que en parte da cuenta de ese “caos” de elementos entre espirituales, creativos, simbólicos, afectivos, etc., que están allí, en lo profundo del ser, girando ya no como una galaxia en el cosmos sino como esa masa caótica misma de la que dan cuenta las mitologías y las escrituras de contenido sagrado como la Biblia, el Corán, Los Vedas, etc. Y es que el escritor es un poco su propia deidad, destinada a crear y ordenar un mundo que está en su interior, caótico, pero que va hacia determinado orden una vez que aquellos elementos destinados a edificar la obra se van exteriorizando y mediante ese ordenamiento desparece el caos y entonces los sentimientos y las facultades creadoras adquieren un real, profundo y trascendente sentido, que no es otro que una variante de ese sentido que c ada cual se encarga de buscarle a su propia vida. Ocurre que en el caso del escritor, que también es un ser humano, un individuo común a algunas horas del día o de la noche, la existencia se desarrolla en un doble plano, o bien en esa constante de estar mirando hacia el cotidiano vivir y el trascendente escribir. Pero aclaro que cuando nombro la palabra “trascendente” no quiero definir con esto que el escribir trascienda las demás actividades del hombre –sea este común o se trate de un genio (quien generalmente realiza obras real y trascendentemente fuera de lo común)-, o que dicha actividad se coloque por encima de otras; lo que quiero decir es que en el momento de escribir el escritor -ese hombre que entonces si deja de ser común, porque se convierte en creador- busca, a través de la escritura, trascender los límites de la existencia cotidiana y relativa, para meterse por entre los vericuetos de un arte a través del cual pretende encontrar la verdadera trascendencia de determinados acontecimientos defínanse estos como “hechos reales” o “experiencias oníricas”, “soñadas” –que sin el impulso y ;el afán de búsqueda profunda de la expresión artística se perderían en el tiempo sin posibilidad de desentrañar su significado profundo y que trasciende al hecho meramente “real” y por ende, pasajero. Finalmente, haciendo un repaso mental a los diversos contenidos de mis –por el momento- cinco libros de cuentos, observo que el elemento autobiográfico en mayor o menor medida está presente en todos ellos. Sin embargo, a juzgar por aquello en que vengo trabajando en la actualidad puede decirse que ahora “domino” de otra forma el elemento autobiográfico y en mis cuentos más recientes dicho elemento casi parece “perderse” o “integrarse” –hasta no ser reconocible- en otras “realidades” que sí son absolutamente literarias.

- De todos tus libros ¿cuál es el que considera mejor logrado; en el que expone con mayor precisión lo que querías expresar?

- Sin pretender querer abundar en lugares comunes, no puedo dejar de mencionar que mi libro mejor logrado es aquel que estoy proyectando o en el que me encuentro trabajando; aquel que empieza a surgir en mi intuición, en mi intelecto, en mi entusiasmo, una vez que pasado cierto tiempo me encuentro con una serie de cuentos que pueden dar lugar a la confección de un nuevo volumen. Cada uno de los cinco libros publicados hasta la fecha me reportó hondas satisfacciones y en su momento consideré que cualquiera de ellos era el mejor, el más logrado. En todo caso, sí: desearía mencionar “El rostro de Margarita Shaw”, ya que se trata de mi segundo libro pero del primero en donde me planteo cierta “unidad” temática, y el que le sigue: “El parque de los últimos regresos”, ya que fue con ejemplares de este libro a escasos dos meses de publicado, que en 1987 marché a Europa por primera vez para ofrecer una charla en Viena y acto seguido para participar en un coloquio de literatura uruguaya en París.

- ¿Cuál es el elemento más significativo de tu obra?

- La dualidad. Campea en gran parte de mi narrativa. Trátese de la dualidad que se advierte en un solo personaje, como de esa dualidad que surge del (posible o supuesto) encuentro de dos personajes. Pero también la dualidad en el obrar y sobre todo, en estos últimos tiempos, la dualidad que surge del choque de dos ambientes, de dos atmósferas diferentes dentro de un mismo texto de ficción –y que por ende origina situaciones paralelas, a veces, pero diferentes-, como lo es el caso de los cuentos “El objeto de Violetta”, recogido en 1994 en la antología del cuento erótico masculino “Hombres de mucha monta” (Arca) y que integré a un volumen de próxima aparición, o “Brujas de aquí nomás” que otorga el título general a mi cuarto libro publicado en 1993. Por mencionar dos de los varios cuentos en donde se plantea de forma más profunda el tema de la dualidad. Por supuesto que existen otros elementos de honda significación al menos para mí, pero la dualidad, como tema y constante, puede ser una primera síntesis a la comprensión de mi obra y la misma llevó, en 1986, a que la poeta y escritora Marta de Arévalo ofreciera una charla dentro del marco de la Asociación Uruguaya de Escritores.

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