La Esperanza y su sombra.


Por Anna Donner Rybak.

Hacer una crítica de este libro, implica para mí una gran responsabilidad. Porque no se trata de un libro cualquiera. No se trata de una escritura plana y directa. Sino, todo lo contrario, es una escritura llena de sorpresas.
Las oraciones en sí mismas de los cuentos de Lopetegui, tienen movimiento propio. Así una misma frase, se va transformando, mutando, se mueve, cambia aunque “no cambie”, es decir tiene Movimiento. Movimiento que está dado dependiendo en el MOMENTO en que es leída.
Incluso, hasta podríamos aseverar que Lopetegui hace música con las oraciones.
Les da un ritmo propio, que provoca en la imaginación del Lector, quizá un acorde, o quizá un arpegio, o quizá una tenue flauta, o quizá una banda de rock&roll.
Y eso, se llama Magia. Sería como una suerte de “efectos especiales”, si se tratara de una película. ¿Y por qué no?
Es por esto, que todos los cuentos que componen este libro tienen una particularidad: Si se los lee más de una vez, siempre nos revelarán algo diferente.
Ninguna frase ha sido puesta allí por azar.
Quizá, una primer lectura no alcance para desentramar la madeja, pero luego vemos que, el encastre de tiempos, música y personajes, es sublime y perfecto.
Historias que revelan situaciones límite: amores a destiempo, y la pregunta que uno se hace es:
¿Qué hubiera pasado si el curso de los acontecimientos se hubiera desviado al menos un milímetro de lo que plantea el autor?
Así, cada suceso cobra vida por sí mismo, tiene un IMPACTO y nada será igual, si hubiera sucedido valga la redundancia, distinto.
Es así como Lopetegui logra que el lector, no solamente se enganche, sino que se plantee miles de preguntas.
Otro ítem y no menos magistral a destacar en las obras de Lopetegui, son las perfectas reconstrucciones de escenarios de tiempos pasados, resultados de un análisis minucioso, ensayos de historia del arte en sí mismos.
Así, Guillermo logra trasladarnos a cualquier siglo, mediante sus exactas definiciones de la arquitectura, mobiliario, vestimenta, peinados, de la época.
Y de hecho, ¡vaya si lo hace!
Entrar en un escenario definido por Lopetegui es similar a subir a esa máquina del tiempo revelada en “El Sonido del Trueno”, del gran Bradbury.

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