Hacia un arquetipo artístico en literatura.


Nos encontramos en un momento, en un tiemop de la evolución de la literatura - al menos en Occidente - que nos otorga una perspectiva desde la que podemos aquilatar el camino recorrido advirtiendo que, a través de los siglos, el denominador común de toda creación literaria es que la misma existe porque alguien tiene algo que decir a través de la expresión creadora. Ese algo que decir se convertirá entonces en el testimonio del paso por el mundo y de la particular interpretación que le dio a él el escritor, a través de su estilo y su técnica a la hora de hacer literatura. Pero esta literatura además, surge de aquello que Harold Bloom menciona en El canon occidental; de ese elemento que hace de un texto una pieza literaria, una obra de arte, y que lo diferencia así deuna carta circunstancial, de la lista del supermercado o de una simple esquela dejada en el resquicio de la puerta y el marco, dando cuenta de que estuvimos allí. Nos referimos a la melancolía; a aquello que surge, como resabio de lo vivido, de lo soñado, de lo imaginado y que nos permite, una vez puesto al servicio de la creación literaria, crear una serie de significantes con los que estaremos entonces rescatando para la obra lo esencial de determinada situación, determado lugar.

Lo vital y lo intelectual en la creación

Parafraseando la teoría del arquetipo que desarrolló Carl G. Jung (1875-1961), diríamos que la literatura pone a trabajar una forma de arquetipo artístico que permite fijar, para la obra, aquello que realmente importa, que estaba oculto o intrínseco a la experiencia vivida, volcando a la creación diferentes dosis de cierta experiencia vivida, volcando a la creación diferentes dosis de cierta experiencia vital y de cierta experiencia intelectual, gracias a la que la obra literaria, en este caso, se convierte en el vehículo a través del que viajamos hacia una completa comprensión e interpretación de situaciones y recuerdos, que, de no ser por la literatura (auxiliada por esa forma de arquetipo artístico) no pasarían al olvido pero sí nos privarían de poder penetrar en lo profundo de dicha experiencia, lo verdaderamente trascendente de esa experiencia, que sólo se puede dar a partir de la significación, de los signos que les da la literatura y que entonces, una vez que tomamos conocimiento de esa significación a partir de la obra literaria, nos devuelven al mundo con un potencial interpretativo mayor.

De la vida a la literatura y vuelta a la vida

Para decirlo de manera más sencilla: la literatura parte de la vida y el intelecto de quien la construye, pero su función, en definitiva (al menos una de sus funciones más importantes y siempre vigentes desde Homero y quizá antes de él), es que una vez que hemos tomado contacto con por ejemplo los cuentos fantásticos de Edgar Allan Poe, En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, Doktor Faustus, de Thomas Mann, El astillero, de Juan Carlos Onetti, Los desterrados, de Horacio Quieroga, Los hijos del Limo - que como todo ensayo de Octavio Paz, casi bordea los límites dela creación poética-, los cuentos de Jorge Luis Borges o una novela como Rayuela, de Julio Cortázar, las mismas nos devuelvan a la vida y nos lleven hacia otras obras que iremos encontrando en nuestro particular camino interior, con una comprensión mucho más amplia de la vida pero, ante todo, con un creciente conocimiento y aprehensión de todo alquello esencial que muchas veces antes de la literatura permenecía oculto, casi nunca visitado, y que generalmente se encuentra en nosotros mismos.

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