Interrelaciones en el devenir popular


La relectura de un artículo anónimo lleva a establecer correspondencias, a crear interrelaciones en el devenir popular, con variantes que van de una figura de Carnaval que sobrevivió a aquellas que se paseaban por entre los bailes de máscaras del siglo XIX, hasta la nostalgia por los tranvías. Algunos piensan en lo que hubiera sido para el montevideano la permanencia de los tranvías. En principio circularon por la izquierda por influencia británica;y en particular la presencia inglesa se sintió por primera vez en suelo patrio en 1807 y por siete meses de máquina a vapor, primera librería, periódico bilingüe e incluso el despertar en el criollo - luego de esa forzada convivencia con los invasores- el deseo de independizarse del virreinato de Buenos Aires en la declaratoria de Cabildo abierto de 1808, apenas unos meses después de que los ingleses abandonaran estas costas, observándose por parte del pueblo que se asomó a las calles - algunos para despedirlos y otros para gritarles barbaridades-, que muchos de aquellos británicos se llevaban ponchos, bombillas, botas de potro y otros implementos que hacían a la vida popular, de un espacio geográfico y cultural que hascia 1829 asiste a la Convención Preliminar de Paz, con presencia inglesa - además de la argentina y la brasilera que observaban la gestación del estado oriental - y donde la figura de Lord Ponsonby resumía toda la impornta británica, una vez más presente en los destinos nacionales; en esos ciudadanos que presenciaron, entre la admiración y el estupor, cómo con Ponsonby -tal como sucediera con los almirantes Aschmuty y Stirling veintidós años antes- arribaba un contingente de comerciantes trayendo ponchos, bombillas, botas de potro, pero de fabricación británica y a un precio infinitamente menor al que nos tenían acostubrados algunos de los "distinguidos vecinos" de la muy fiel y reconquistadora, como por ejemplo: Aguistín Anavitarte. Este, en más de una oportunidad, sacaba sueltos en los diarios de la época, dirigiéndose a su "distinguida clientela" para anunciar que tenía "en depósito" una serie de productos recién llegados de ultramar, como por ejemplo: Agustín Anavitarte. Este, en más de una oportunidad, sacaba sueltos en los diarios de la época, dirigiéndose a su "distinguida clientela" para anunciar que tenía "en depósito" una serie de productos recién llegados de ultramar, como por ejemplo: "trastos de cocina de cobre, mantelería de Holanda y ... tres negros sanos y fuertes de origen senegalés", como lo atestigua el hoy prácticamente incunable Cien años de publicidad en el Uruguay. Cabe entonces el cuestionamiento de en qué momento una figura, un color, un ritmo sincopado se van metiendo en el cotidiano e imaginario populares, influyendo en una fiesta que se remonta al paganismo o enla fusión de varios ritmos que dieron por resultado el rock nacional con síncopa en parte candombera. Así el negro de Anavitarte sale del depósito, se mete en el devenir ciudadano como un habitante más que regala estéticas de barrio al sur y palermitano bordeando la rambla montevideana y más adelante su definición de sí mismo va evolucionando hacia el actual afro-uruguayo: lazo indisoluble con aquel continente tan rico y sin embargo tan pobre, que quedó del otro lado del siglo XVIII con la esclavista Compañía de Filipinas trayendo a estas costas el primer ocntingente de "negros sanos y fuertes", como proclamará el anuncio de Anavitarte. Queda la síncopa deunamúsica de minorías que sin embargo influyó en la mayoría. Y todo esto en parte por razones inexplicables que quizá se pierdan en el tiempo de la protohistoria uruguaya o tengan su punto de partida en esa crónica de Carnaval que un cronista anónimo y algo visionario escribó hace mucho tiempo: "Pasaron esos disfraces pero en tre los de las épocas pasadas hay uno que ha logrado conservarse en toda la plenitud de su rollizo temperamento. Es el negro lubolo, el eterno negro(...). Todavía (...) paseando por las calles revoleando una escoba(...)".

La crónica apareció en febrereo de 1901 en la prestigiosa y desaparecida revista uruguaya Rojo y Blanco, donde mucho de lo pupular que se comentaba desapareció hace tiempo pero otro tanto, como la figura del "negro lubolo" - entre otros aspectos de ese devenir popular - , fue creciendo, trascendiendo otrossiglos y enriqueciendo, desde diversos ángulos y variantes, la vida del uruguayo en general y la del montevideano en particular, en la ya casi primera década de estse variado, controversial e incluso fascinante siglo XXI.

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