SINFONIETTA PARA PROFESOR Y FUNCIONARIO NO DOCENTE




Tercera Entrega

Así seguían avanzando hacia una zona donde reaparecían bibliotecas que se alternaban con diferentes alturas de amontontamientos de sillas y butacas de tapices rotos y manchados, mesas de patas desencoladas e inmediatamente después una sucesión de mapas- grandes como sábanas de dos plazas- que colgaban a ambos extremos de esa ruta no planificada donde hacían su aparición nuevas estanterías conteniendo globos terráqueos abollados, catalejos de lentes cubiertas de hongos, cartas marítimas que el olvido había tornado amarillentas y hasta un ejemplar en incomprensible versión original de 1924 de Skibet Gaar Videre, del noruego Nordahl Grieg, frente al que el profesor Weiss le señalaba al funcionario no docente que se trataba de El barco sigue navegando; y cuando decía esto parecía lamentarse de algo, negando en silencio con la cabeza gacha en momentos en que el hallazgo los había llevado a detenerse nuevamente, interrumpiendo por algunos minutos el tránsito de ese pasaje que - conforme se seguía explorando - comenzaba a dar la extraña sensación de que no tuviera fin.

-¿Qué ocurre?- preguntó el funcionario no docente, tomando entre sus manos aquel ejemplar.

-Yo lo tenía en una versión inglesa que posteriormente le presté a uno de mis estudiantes, recomendándole su lectura...

-Me imagino- dedujo el no docente - : nunca más se lo devolvió...

Weiss levantó la cabeza y se volvió al administrativo, extrañado.

-¿ Cómo? ... Todo lo contrario: ¡Me lo devolvió a los dos días argumentando que los relatos del mar lo "embolaban"!, recuerdo que dijo. - Weiss pasó rápidamente una mano por la tapa de aquella edición original y miró hacia lo que posiblemente los estaría esperando - Pero ahora deje esa novela o llévesela y tal vez más adelante usted y yo nos pongamos a aprender noruego.

-¡No! ¡Esto me supera! - chistó sonriente el administrativo alzando aquel volumen, pero encontrándose con los ojos de Weiss que súbitamente habían adquirido un brillo estremecedor e irreconocible-... Digo: aprender noruego, porque los relatos del mar me gustan.

¡No lo sabía!- se sorprendió el profesor, y señaló serio al no docente-: Vamos a volver sobre este tema de sus gustos.

Después, el no docente seguía al profesor en silencio, tratando de no mostrarse inquieto ante el avance lento por entre el eclecticismo de ese abandono que iba en aumento mezclando libros con frascos, muebles con mapas y ediciones originales imposibles de leer... y la proximidad de algunos atriles caídos que comenzaron a dificultar la caminata, entre testimonios de una antigua luthiería en los violines, sin cuerdas ni puente, que se dejaron descubrir dentro de estuches de tapas abiertas olvidadas a diferentes alturas de nuevas estanterías; punto del trayecto al que no dejaban de arribar esos ruidos y sonidos cada vez más audibles, partiendo de los confines de un lugar al que ya era imposible establecerle límites, finales, cuando Weiss nuevamente se detenía.

- ¿Y eso? - miró hacia adelante, reacomodándose los lentes y poniendo un oído para fijar la mejor audición.

Algo más atrás el no docente echaba una mirada de las partículas que giraban en lo alto, a los instrumentos olvidados a los costados, a los atriles desparramados en el piso.

-No sé si será conveniente que...

-Cállese y escuche! - irrumpió el profesor, visiblemente contrariado. Levantó una mano deteniendo posbles intervenciones ... Lo injustamente olvidado parece venir a nuestro encuentro... Los ruidos provienen de más adelante y lentamente se van pareciendo a lso sonidos. Pero....- Entrecerró los párpados y movió la cabeza acompasadamente, mientras sus labios iban describiendo una lenta sonrisa. Después se volvió al no docnete con onos casi desorbitados tras los cristales de aumento -: ¡Preste atención! ¡ No son ruidos! ¡Es música!... Esto tiene que tener una explicación .- Miró a los costados hasta que advirtió que un rollo de papel pautado metido en otra de las estanterías, junto a un soporte de madera sobre el que se apoyaba horizontal una botella conteniendo una embarcación a escala. Con el mismo brillo estremecedor en la mirada, Weiss torció el perfil atrás intentando rescatar detalles de un tránsito inmediatamente anterior por entre el abandono de diversos muebles, divisando a lo lejos el contorno fantasmagórico de varias sábanas -cosidas unas a otras- cubriendo todo aquello que fácilmente podía llegar a tener tres metros de diámetro por otros tres de alto, alzándose y sobresaliendo a un costado del paisaje entre un aparador y otra estantería-. Vamos a hacer una cosa. ¡Venga conmigo!.- El profesor se fue alejando hacia aquel contorno de diferentes aristas seguido, con el mismo apuro que le había transmitido, por un no docente que sin embargo ignoraba el origen de la premura. Cuando se pararon junto a aquel amontonamiento Weiss miró a lo alto y luego al aparado que tenía a su lado-. Hay que quitarle esas sábanas. ¡Ayúdeme!- casi ordenó, alzando un pie. El administrativo entrelazó los dedos de las manos, sostuve entre ellas aquel zapato acordonado y empujó hacia arriba a un profesor que, con algo de esfuerzo, logró subirse al aparador. Por su parte el no docente trepó con dificultad la estantería, procurando introducir el mocasín en uno de aquellos pocos espacios vacíos luego de cerciorarse de que el peso de lo contenido la mantenía firme, inmóvil contra la pared. Ambos fueron levantando aquellas sábanas entrecosidas y agrisadas por el polvo del abandono, de lo olvidado y finalmente ignorado, hasta que las dejaron caer sobre el piso. Trepados en el estante fueron observando aquel amontonamiento del que, de pie sobre el aparador, les iban destacando una silla Imperio, una butaca de diseño Bauhaus años 20, una mecedora Biedermayer, un sillón Regencia... hasta que Weiss se decidió por una pequeña mesa Luis XV y dos sillas Vieja Viena que remataban la cúspide. Primero quitaron una silla, luego la otra y por último con más esfuerzo lograron bajar y dejar sobre el piso la mesa de patas torneadasy más que pálido dorado a la hoja. Con el cargamento regresaron al sector de los atriles caídos, los instrumentos averiados, el rollo de papeles y la botella con alusiones marinas, que parecía perderse en una eternidad sugerida por el vértice lejano del que venía avanzando, al principio pálido, un efluvio parecido al alba. El profesor Weiss redobló la rapidez de sus movimientos, afinó su poder de concentración en la tarea que se había puesto a realizar sin dejar de tener presente aquel lento avance luminosamente ganado por la curiosidad. Weiss tomó entre sus manos la botella y la trasladó al centro de la mesa, luego desanudó la cinta que ataba aquel rollo y se puso a hojear las páginas plagadas de una gruesa notación musical-.¡Siéntese!- le ordenó al administrativo, quien obedeció de inmediato sin apartar su mirada de un profesor que permanecía de pie, absorto, hojeando aquellos papeles; seriedad científica que se fue atenuando a partir de una creciente sonrisa-.¡Claro! ¡Es la partitura! Pero - meneó la cabeza con una carcajada-...¡le faltan las últimas páginas!

Continuará...

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